Si es así, debe ir al departamento del Quindío y hacer el Pasaporte Cafetero, un recorrido en el que los viajeros pueden aprender cómo se produce el café más suave del mundo y cómo es la vida entre cafetales, mientras aprecian los bellos paisajes de la región, que fueron declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco en el 2011.
Este recorrido, que obtuvo el Premio a la Innovación Turística, de la Cámara de Comercio del Quindío, en el 2012, dura cuatro días y tres noches. El desplazamiento siempre se hace a bordo de los pintorescos ‘yipaos’.
El primer día recogen a los visitantes y los llevan al hotel de su elección, todos dentro de fincas cafeteras (Combia, Villa Nora y Hotel del Campo), donde varían las atenciones y tarifas. Allí aprenden a elaborar los canastos típicos con los que se recoge el café, de la mano de un experto artesano.
El segundo día comienza con un desayuno típico, que puede incluir huevos al gusto, arepas, patacones, queso, chocolate, y por supuesto, café. La siguiente parada es en la hacienda La Tata, en Montenegro, donde el visitante recibe una o varias semillas de café y las siembra; ahí comienzan los primeros contactos con el cultivo, con la tierra y su entorno, mientras escucha leyendas y enseñanzas de los campesinos.
El almuerzo es sancocho ‘trifásico’ (con carnes de res, cerdo y pollo) y, de sobremesa, un café con panela en una típica fonda montañera.
Allí siembra los árboles de café y conoce las diferentes etapas por las que pasa el grano: desde que brota en una flor blanca hasta que termina en el grano rojo y maduro.
Con el canasto en la cintura, debe desgranar el café de las matas y llevarlo al beneficiadero, que es el lugar donde se despulpa y se seca. Hay una visita guiada al Museo Quimbaya, en Armenia, donde se describe la cultura de los primeros pobladores de la región.
Conocer el proceso de tostión y participar en una cata de café son los planes del tercer día. También se visitan el valle del Cócora, santuario de la palma de cera, y las fachadas de balcones coloridos de Salento y Calarcá.
“Al final, en el cuarto día, cada viajero recibe su pasaporte cafetero, que lo acredita como conocedor de nuestro fascinante mundo”, comenta Patricia Barreneche, creadora de esta ruta, de obligada visita en este destino.
REDACCIÓN EL TIEMPO