
Si bien tradicionalmente no hemos estado de acuerdo con la jornada del Día sin carro, es innegable que se trata de una estrategia nacional a la que debe darse cumplimiento. Reconocemos que, como medida simbólica, genera un llamado de atención importante sobre la movilidad sostenible y los efectos de las emisiones en nuestras ciudades, además promueve el uso del transporte formal y representa una oportunidad para dinamizar este sector, lo cual es positivo y bienvenido.
Sin embargo, también es cierto que estas jornadas traen consigo afectaciones significativas al comercio local: según un sondeo reciente de la Cámara de Comercio de Armenia y del Quindío, el 82 % de los empresarios y comerciantes reportaron una disminución en sus ventas durante el Día sin carro.
Hoy, más allá de cuestionar la existencia de esta jornada que ya es un hecho en la agenda anual de varias ciudades como Armenia, el verdadero reto es cómo articularla dentro de una estrategia integral y de largo plazo que vaya más allá del simbolismo. Es decir, ¿Cómo logramos que este día no sea una acción aislada sino un catalizador de transformaciones reales y sostenidas?
La realidad es que dos días sin carro al año no transforman estructuralmente el panorama de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), requerimos estrategia y equipamiento técnico adecuados para medir su impacto. En Armenia, por ejemplo, solo se monitorean partículas en suspensión y niveles de ruido, desde puntos alejados del centro urbano, donde el tráfico es más denso. Esta falta de información limita el análisis riguroso del impacto ambiental de la jornada para la toma de decisiones efectivas.
Por eso, el llamado es a la integralidad: si el Día sin carro ya hace parte del calendario ciudadano, debe vincularse a campañas permanentes en colegios, universidades y empresas que promuevan el uso del transporte público eficiente, la bicicleta y el vehículo compartido. Deben reforzarse estrategias de cultura ciudadana, jornadas de control técnico-mecánico, y una verdadera inversión en la ampliación y operación funcional de las ciclorutas. Además, es necesario establecer métricas claras que permitan medir de forma seria y periódica el impacto ambiental y económico de estas jornadas.
Desde la Cámara de Comercio de Armenia y del Quindío reafirmamos nuestro compromiso con la sostenibilidad urbana. A través de iniciativas como el proyecto de siembra en el Parque de los Sueños que ya alberga más de 2.000 árboles, buscamos aportar desde el sector empresarial a soluciones duraderas. La siembra estratégica de especies nativas con alta capacidad de captura de carbono, además de contribuir a la calidad del aire, promueve entornos saludables y resilientes para la ciudad.
Este tipo de acciones sí generan impactos reales y acumulativos: regulan la temperatura, capturan CO₂, retienen partículas contaminantes y aportan a una mejor calidad de vida. Por eso, insistimos en que el camino no es desechar lo simbólico, sino darle profundidad con acciones coherentes y sostenidas.
Es momento de pasar del gesto puntual a una visión estructural que articule esfuerzos públicos, privados y ciudadanos. Solo así el Día sin carro podrá convertirse en un punto de partida hacia una ciudad realmente comprometida con la sostenibilidad.