Recientemente la Gobernación del Quindío lanzó una importante campaña en contra de la costumbre social de dar limosna. Y es que más allá de lanzar una crítica en relación a esta situación, hay que dimensionar lo que existe detrás de cada moneda: redes de microtráfico, mendicidad, incremento en el consumo de drogas, inseguridad, explotación infantil, aumento en la cantidad de habitantes en condición de calle, asistencialismo y déficit en el desarrollo social, turístico además de afectaciones para el entorno para los negocios. Un panorama crudo que invita a reflexionar sobre esta práctica aparentemente positiva que termina nutriendo el empobrecimiento.

Y hay que decir que esta situación merece tal radicalidad y sobre todo, cooperación social con un componente de cultura social, en la medida que son los mismos ciudadanos quienes debemos cambiar los modelos de “hacer caridad” entendiendo que esta costumbre nos hace cómplices de la ilegalidad y el detrimento social además de impactos negativos a la estacionalidad de habitantes en condición de calle que se han apropiado de entornos comerciales, encontrando puntos estratégicos en la ciudad donde logran gozar de la “generosidad” de la gente afectando la llegada de clientes y turistas a los negocios y generando otras problemáticas con la apropiación del espacio público que llega a niveles de inseguridad, robos y daños a la propiedad, hasta situaciones donde se llega al extremo encontrar heces humanas y basura.

Sin embargo, más allá de generar una crítica a esta práctica, buscamos traer casos reales de comerciantes y empresarios que se ven impactados alrededor de la masificación de la limosna, catalogándonos como una de las ciudades más amables y aquí nos preguntamos: ¿será esta una amabilidad positiva? Ante este cuestionamiento, además del sector público con sus secretarias de desarrollo social, hemos identificado diversidad de fundaciones registradas como entidades formales en la Cámara de comercio con una estructura que respalda la generosidad de la población y que en realidad requiere del apoyo de los ciudadanos para ampliar sus alcances e impacto positivo social y obras que cuentan con diagnósticos y estudios claros alrededor de un objetivo común: disminuir índices de pobreza y aumentar la calidad de vida en población vulnerable en el largo plazo.

Lo anterior, sumado a la Diócesis de Armenia y sus Iglesias que cumplen obras sociales a diario con una ordenanza del recurso. En este sentido, esta campaña nos recuerda que hasta la caridad y la generosidad requieren control y estructura. ¡No más limosna! Sí a la generosidad organizada para el mejoramiento del entorno para los negocios.

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