Hemos tenido la oportunidad de observar desde diversas perspectivas cómo un entorno limpio y seguro puede transformar la dinámica comercial y social de una ciudad. En estos tiempos, hablar de limpieza no es solo una cuestión estética, sino de sostenibilidad, convivencia y desarrollo económico. Los empresarios tienen claro que las condiciones del entorno inciden directamente en sus negocios. Un lugar bien iluminado, seguro y limpio atrae a turistas, a residentes y, sobre todo, a los clientes recurrentes. Lamentablemente, aún nos enfrentamos a un desafío persistente: las basuras.

La limpieza, además de ser una cuestión de imagen, es un factor determinante para la seguridad y la calidad de vida. La acumulación de desechos no solo crea un ambiente poco agradable, sino que también se convierte en un terreno fértil para la proliferación de focos de insalubridad, incluso delincuencia. Es cierto que las autoridades competentes en la capital quindiana, como las Empresa Pública de Armenia (EPA), han realizado esfuerzos importantes en el mejoramiento de la infraestructura de recolección y el mobiliario urbano.

Las rutas de recolección en la ciudad han sido optimizadas y, por supuesto, la instalación de contenedores y espacios públicos más accesibles son parte del proceso. Sin embargo, estos esfuerzos no serán suficientes si no abordamos el problema desde un ángulo más profundo: la conciencia ciudadana. A lo largo de este último año, hemos logrado algo muy significativo entre la Cámara de Comercio, la EPA, la Policía, la Alcaldía de Armenia y el sector empresarial: Recuperamos cinco puntos críticos de basura en el centro de Armenia, ¿cómo lo hicimos? Aunque parece un proceso simple, transformamos espacios limpios, pintando las paredes de blanco, siguiendo la teoría de las «ventanas rotas», que nos recuerda que el orden y la limpieza previenen el deterioro y el crimen. Este cambio visual ha sido un factor clave para disuadir la acumulación de basura. La gente tiende a respetar más un entorno limpio y, por lo tanto, se convierte en un elemento disuasivo frente a la tentación de arrojar residuos.

Esta experiencia en Armenia demuestra que la limpieza no es solo responsabilidad de las autoridades, sino de cada uno de nosotros como ciudadanos. Necesitamos cortar esos círculos viciosos donde la acumulación de basura se vuelve parte del paisaje habitual, y donde algunos, por necesidad o falta de alternativas, se ven obligados a apoderarse de estos desechos como su recurso y nosotros se los permitimos involucrándolos como una labor de reciclaje que no está regulada. Si bien la solución a largo plazo requiere de políticas públicas profundas, es claro que sí podemos mejorar nuestra realidad inmediata con acciones concretas y visibles.

La Cámara de Comercio de la mano con las autoridades, la EPA, la Corporación Autónoma Regional (CRQ) y los empresarios ya identificamos cinco lugares de alto impacto, para recuperarlos, limpiarlos y crear rutas con recicladores de asociaciones formales alrededor una práctica que esperamos trasladar a municipios como Calarcá, Circasia, Montenegro, Salento, entre otros de la mano de empresas públicas de aseo: Urbaser, Nepsa y EMCA. Así las cosas, parece entonces que las paredes blancas y limpias, son estrategias para apartar la delincuencia y contribuir a ese mejoramiento del entorno. Las zonas limpias no solo mejoran la percepción de la ciudad, sino que también tienen un impacto directo en la dinámica comercial. Un entorno limpio genera un sentido de pertenencia en los habitantes y mejora la imagen del comercio local. Todos somos parte de la solución.

 

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